miércoles, 28 de abril de 2010

Caperucita Roja de Triunfo Arciniegas

Cuento de Triunfo Arciniegas

Ese día encontré en el bosque la flor más linda de mi vida. Yo, que siempre he sido de buenos sentimientos y terrible admirador de la belleza, no me creí digno de ella y busqué a alguien para ofrecérsela. Fui por aquí, fui por allá, hasta que tropecé con la niña que le decían Caperucita Roja. La conocía pero nunca había tenido la ocasión de acercarme. La había visto pasar hacia la escuela con sus compañeros desde finales de abril. Tan locos, tan traviesos, siempre en una nube de polvo, nunca se detuvieron a conversar conmigo, ni siquiera me hicieron un adiós con la mano. Qué niña más graciosa. Se dejaba caer las medias a los tobillos y una mariposa ataba su cola de caballo. Me quedaba oyendo su risa entre los árboles. Le escribí una carta y la encontré sin abrir días después, cubierta de polvo, en el mismo árbol y atravesada por el mismo alfiler. Una vez vi que le tiraba la cola a un perro para divertirse. En otra ocasión apedreaba los murciélagos del campanario. La última vez llevaba de la oreja un conejo gris que nadie volvió a ver.
Detuve la bicicleta y desmonté. La saludé con respeto y alegría. Ella hizo con el chicle un globo tan grande como el mundo, lo estalló con la uña y se lo comió todo. Me rasqué detrás de la oreja, pateé una piedrecita, respiré profundo, siempre con la flor escondida. Caperucita me miró de arriba abajo y respondió a mi saludo sin dejar de masticar.
—¿Qué se te ofrece? ¿Eres el lobo feroz?
Me quedé mudo. Sí era el lobo pero no feroz. Y sólo pretendía regalarle una flor recién cortada. Se la mostré de súbito, como por arte de magia. No esperaba que me aplaudiera como a los magos que sacan conejos del sombrero, pero tampoco ese gesto de fastidio. Titubeando, le dije:
—Quiero regalarte una flor, niña linda.
—¿Esa flor? No veo por qué.
—Está llena de belleza —dije, lleno de emoción.
—No veo la belleza —dijo Caperucita—. Es una flor como cualquier otra.
Sacó el chicle y lo estiró. Luego lo volvió una pelotita y lo regresó a la boca. Se fue sin despedirse. Me sentí herido, profundamente herido por su desprecio. Tanto, que se me soltaron las lágrimas. Subí a la bicicleta y le di alcance.
—Mira mi reguero de lágrimas.
—¿Te caíste? —dijo—. Corre a un hospital.
—No me caí.
—Así parece porque no te veo las heridas.
—Las heridas están en mi corazón —dije.
—Eres un imbécil.
Escupió el chicle con la violencia de una bala.
Volvió a alejarse sin despedirse.
Sentí que el polvo era mi pecho, traspasado por la bala de chicle, y el río de la sangre se estiraba hasta alcanzar una niña que ya no se veía por ninguna parte. No tuve valor para subir a la bicicleta. Me quedé toda la tarde sentado en la pena. Sin darme cuenta, uno tras otro, le arranqué los pétalos a la flor. Me arrimé al campanario abandonado pero no encontré consuelo entre los murciélagos, que se alejaron al anochecer. Atrapé una pulga en mi barriga, la destripé con rabia y esparcí al viento los pedazos. Empujando la bicicleta, con el peso del desprecio en los huesos y el corazón más desmigajado que una hoja seca pisoteada por cien caballos, fui hasta el pueblo y me tomé unas cervezas. “Bonito disfraz”, me dijeron unos borrachos, y quisieron probárselo. Esa noche había fuegos artificiales. Todos estaban de fiesta. Vi a Caperucita con sus padres debajo del samán del parque. Se comía un inmenso helado de chocolate y era descaradamente feliz. Me alejé como alma que lleva el diablo.
Volví a ver a Caperucita unos días después en el camino del bosque.
—¿Vas a la escuela? —le pregunté, y en seguida me di cuenta de que nadie asiste a clases con sandalias plateadas, blusa ombliguera y faldita de juguete.
—Estoy de vacaciones —dijo—. ¿O te parece que éste es el uniforme?
El viento vino de lejos y se anidó en su ombligo.
—¿Y qué llevas en el canasto?
—Un rico pastel para mi abuelita. ¿Quieres probar?
Casi me desmayo de la emoción. Caperucita me ofrecía su pastel. ¿Qué debía hacer? ¿Aceptar o decirle que acababa de almorzar? Si aceptaba pasaría por ansioso y maleducado: era un pastel para la abuela. Pero si rechazaba la invitación, heriría a Caperucita y jamás volvería a dirigirme la palabra. Me parecía tan amable, tan bella. Dije que sí.
—Corta un pedazo.
Me prestó su navaja y con gran cuidado aparté una tajada. La comí con delicadeza, con educación. Quería hacerle ver que tenía maneras refinadas, que no era un lobo cualquiera. El pastel no estaba muy sabroso, pero no se lo dije para no ofenderla. Tan pronto terminé sentí algo raro en el estómago, como una punzada que subía y se transformaba en ardor en el corazón.
—Es un experimento —dijo Caperucita—. Lo llevaba para probarlo con mi abuelita pero tú apareciste primero. Avísame si te mueres.
Y me dejó tirado en el camino, quejándome.
Así era ella, Caperucita Roja, tan bella y tan perversa. Casi no le perdono su travesura. Demoré mucho para perdonarla: tres días. Volví al camino del bosque y juro que se alegró de verme.
—La receta funciona —dijo—. Voy a venderla.
Y con toda generosidad me contó el secreto: polvo de huesos de murciélago y picos de golondrina. Y algunas hierbas cuyo nombre desconocía. Lo demás todo el mundo lo sabe: mantequilla, harina, huevos y azúcar en las debidas proporciones. Dijo también que la acompañara a casa de su abuelita porque necesitaba de mí un favor muy especial. Batí la cola todo el camino. El corazón me sonaba como una locomotora. Ante la extrañeza de Caperucita, expliqué que estaba en tratamiento para que me instalaran un silenciador. Corrimos. El sudor inundó su ombligo, redondito y profundo, la perfección del universo. Tan pronto llegamos a la casa y pulsó el timbre, me dijo:
—Cómete a la abuela.
Abrí tamaños ojos.
—Vamos, hazlo ahora que tienes la oportunidad.
No podía creerlo.
Le pregunté por qué.
—Es una abuela rica —explicó—. Y tengo afán de heredar.
No tuve otra salida. Todo el mundo sabe eso. Pero quiero que se sepa que lo hice por amor. Caperucita dijo que fue por hambre. La policía se lo creyó y anda detrás de mí para abrirme la barriga, sacarme a la abuela, llenarme de piedras y arrojarme al río, y que nunca se vuelva a saber de mí.
Quiero aclarar otros asuntos ahora que tengo su atención, señores.
Caperucita dijo que me pusiera las ropas de su abuela y lo hice sin pensar. No veía muy bien con esos anteojos. La niña me llevó de la mano al bosque para jugar y allí se me escapó y empezó a pedir auxilio. Por eso me vieron vestido de abuela. No quería comerme a Caperucita, como ella gritaba. Tampoco me gusta vestirme de mujer, mis debilidades no llegan hasta allá. Siempre estoy vestido de lobo.
Es su palabra contra la mía. ¿Y quién no le cree a Caperucita? Sólo soy el lobo de la historia.
Aparte de la policía, señores, nadie quiere saber de mí.
Ni siquiera Caperucita Roja. Ahora más que nunca soy el lobo del bosque, solitario y perdido, envenenado por la flor del desprecio. Nunca le conté a Caperucita la indigestión de una semana que me produjo su abuela. Nunca tendré otra oportunidad. Ahora es una niña muy rica, siempre va en moto o en auto, y es difícil alcanzarla en mi destartalada bicicleta. Es difícil, inútil y peligroso. El otro día dijo que si la seguía molestando haría conmigo un abrigo de piel de lobo y me enseñó el resplandor de la navaja. Me da miedo. La creo muy capaz de cumplir su promesa.

domingo, 25 de abril de 2010

LA COMUNICACIÓN

LA COMUNICACIÓN

José Mª González-Serna Sánchez

La comunicación consiste en un acto mediante el cual un individuo (ser humano, animal u objeto) establece con otro u otros un contacto que le permite transmitir una determinada información. La realización de un acto comunicativo puede responder a diversas finalidades:
1. Transmisión de información.
2. Intento de influir en los otros.
3. Manifestación de los propios estados o pensamientos.
4. Realización de actos.

Los elementos que intervienen en un proceso de comunicación son:
A) Emisor: Sujeto que produce el acto de comunicación.
B) Referente: La realidad extralingüística a la que alude el mensaje comunicativo.
C) Código: Conjunto de signos, relacionados entre sí, y de reglas de construcción, a disposición del emisor y del receptor.
D) Mensaje: Resultado de la codificación, portador de la información o conjunto de informaciones que se transmiten.
E) Canal: Medio físico por el que circula el mensaje.
F) Receptor: Sujeto que descodifica y recibe el mensaje.
G) Contexto: Conjunto de factores y circunstancias en las que se produce el mensaje y que deben ser conocidas tanto por el emisor como por el receptor. Podemos distinguir distintos tipos de contexto:
• Contexto situacional: Circunstancias espaciales y temporales en las que se produce el acto comunicativo. Conocimiento de la época en la que se producen los mensajes.
• Contexto lingüístico: lo dicho antes o después de un enunciado puede condicionar su interpretación.
• Contexto socio-histórico: Conocimiento de la época en la que se producen los mensajes.

H) Ruido: Perturbaciones no previstas ni previsibles que destruyen o alteran la información. El ruido aparece en casi todos los procesos comunicativos.

I) Redundancias: Elementos innecesarios que aparecen en un mensaje y que sirven, entre otras cosas, para combatir el ruido.
Las redundancias pueden ser de dos tipos:
• Redundancias que dependen del propio código.
• Redundancias que dependen de la voluntad del emisor.

TIPOS DE COMUNICACIÓN
Podemos encontrarnos con dos tipos de procesos comunicativos:
1.- Comunicación unilateral: Acto en el que un emisor emite un mensaje que el receptor percibe.
2.- Comunicación bilateral: Acto en el que un emisor emite un mensaje que percibe el receptor y, posteriormente, ese receptor se convierte en emisor de un nuevo mensaje que captará el antiguo emisor.

jueves, 1 de abril de 2010

Promoción de lectura y escritura en la Web

Promoción de lectura y escritura en la Web
Maritza Torres Cedeño

Con el transcurrir del tiempo y gracias a los usuarios de la comunicación a distancia, ésta se renueva vertiginosamente. En la actualidad, las llamadas Redes Sociales y blogs, entre otras, continúan generando una transformación histórica en la manera de leer y escribir; los lectores participan activamente a través de la Internet recomendando la lectura de textos, subiendo fotos y vídeos de sus escritores favoritos, escribiendo artículos, revisando los producidos por otros; esto, indudablemente, legitima el poder de la lengua escrita como herramienta inconmensurable de intercambio cultural.
Lo anterior, exige una reflexión de los involucrados en el campo educativo, por resultar muy difícil escapar de tan seductor mundo. En consecuencia, se hace necesario que los docentes conozcan las bondades de la Web y puedan emplearlas para enriquecer los procesos de lectura y escritura dentro y fuera del contexto escolar. En tal sentido, el Comité de Evaluación de Formatos Digitales del Banco del Libro señala la conveniencia de evaluar los sitios Webs relacionados con el fomento de la lectura y la escritura a fin de recomendarlos, certeramente, a los usuarios y sugieren atender los siguientes aspectos:
1.- Contenido del sitio Web: se refiere a la calidad y confiabilidad de la información que se publica. De igual manera, es necesario que los padres y docentes conozcan a qué tipo de público se dirige a fin de poder sugerirles a sus hijos y estudiantes espacios acordes con su edad y nivel de comprensión.
2.- Autoría de la información publicada: este dato es fundamental, pues es conocido por todos lo fácil que resulta publicar en la red. “Una vez identificado al creador o creadores de los contenidos de un sitio Web se debe tratar de hallar las credenciales de éstos para conocer si son expertos o no en la materia” (Peña y Urriola, 2007: 10) y, sin lugar a dudas, todo lo anterior puede garantizar el acceso a una información de calidad.
3.- Actualidad: por lo general, una página Web se actualiza con frecuencia, sin embargo, es útil corroborar que el material esté al día y que se encuentra bajo el cuidado de un administrador confiable.
4.- Diseño: permite evaluar cómo está dispuesta la información que se presenta al usuario. El texto de la página puede contener elementos de carácter visual o auditivo; es recomendable observar si son empleados armónicamente porque de lo contrario pueden distraer o dificultar la lectura del material que se está consultando.

5.- Requerimientos técnicos: muchos sitios Web necesitan de un conjunto de programa¬¬s y procedimientos necesarios (software), a fin de llevar a cabo una tarea específica, por esta razón hay que determinar su disponibilidad o si es necesario comprarlos; a veces, una página Web es sólo una fachada para la comercialización de un determinado producto.
Definitivamente, las revistas y los libros impresos no podrán ser sustituidos por un sitio Web, no obstante, sería absurdo obviar el impacto positivo que los formatos digitales tienen sobre la gran comunidad lectora virtual dado su carácter interactivo. Por todo lo anteriormente señalado, a continuación se ofrece un conjunto de sitios Web que enriquecerán la expresión oral y escrita de los usuarios:

Bibliotecas virtuales:
Biblioteca Imaginaria http://www.educared.org.ar/enfoco/imaginaria/biblioteca/
Bibliotecas virtuales.com http://www.bibliotecasvirtuales.com/
Biblioteca de literatura infantil y juvenil http://www.cervantesvirtual.com/seccion/bibinfantil/
Biblioteca digital hispánica http://www.bne.es/bdh/index.htm
Bibliotheka gigantesca http://www.bibliotheka.org/?/inicio/
Desocupado lector http://www.desocupadolector.net

Revistas digitales de lengua, literatura, literatura infantil y juvenil, animación y promoción de lectura:

Lenguharas http://lenguharas.jimdo.com/
Letralia http://www.letralia.com
Imaginaria http://www.imaginaria.com.ar/
Cuatro gatos http://www.cuatrogatos.org/
Caleidoscopio http://www.bancodellibro.org.ve/